miércoles, 31 de agosto de 2011

La razón práctica de Kant

Kant llega a la conclusión que la metafísica es imposible como ciencia, porque la experiencia humana trasciende los límites del conocimiento.
Reconoce pues en los seres humanos una cierta clase de actividad espiritual que resume con el nombre de conciencia moral, que consta de una cantidad de principios que rigen la vida de los hombres.
Esta conciencia moral es una realidad tan poderosa como es la del conocimiento, ya que los juicios morales son también juicios racionales que pueden conducir al hombre a captar lo metafísico.
Kant, al igual que Aristóteles, denomina a estos principios de la conciencia moral “Razón práctica”, porque es la razón aplicada a la práctica.
Las cosas de la realidad no son ni buenas ni malas, sólo puede tener calificativo moral la voluntad humana.
Cumplir con la ley no alcanza para que una acción sea moral, porque para que un acto sea moral necesita ser realizado por voluntad propia y no por miedo al castigo.
El por qué se hacen las cosas adquiere importancia relevante para que un acto sea moral.
Para Kant la ley moral es obrar queriendo que el motivo de tal acción sea una ley universal.
La conciencia moral no es un conocimiento sino que es un acto de valoración a partir de intuiciones morales que nos pone en contacto con un mundo diferente al de los fenómenos, puramente inteligible.
La voluntad humana libre es la que nos permite penetrar en ese mundo de realidades suprasensibles que no se encuentra sujeto a espacio, tiempo ni categorías.
Para Kant, un hombre santo es el que se ha liberado de la moral determinada por los fenómenos concretos, tanto físicos como psicológicos y responde solamente a su ley moral intuitiva.
En el mundo metafísico de las cosas “en si”, esa santidad se realiza y según Kant es todo lo que tenemos sobre la creencia en la inmortalidad del alma.
El carácter de nuestra vida moral, como fenómeno de este mundo es la tragedia, el sufrimiento y el dolor que produce el abismo entre el ideal y la realidad.

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